La Cordillera A Pura Dinamita
Published by MAC on 2005-07-15Por Javier Rodríguez Pardo
San Juan, Argentina
Julio de 2005
Cuanto más sabemos de la explotación minera de Veladero y Pascua Lama más estupor provoca la magnitud del impacto y la imposibilidad de remediarlo. Veladero es una explotación minera, entre cientos de ellas esperando turno. Imaginar la actividad de las numerosas transnacionales megamineras, en miles de yacimientos a tajo abierto, utilizando compuestos químicos letales para atrapar minerales de baja ley, es difícil de concebir. Para cuantificar el impacto hay que escuchar a los protagonistas y sus historias patéticas, con montañas pulverizadas, trasladadas de lugar, sepultadas en cráteres inimaginables, escurriendo lodos tóxicos hacia valles habitados, preanunciando una cordillera muerta.
Muchos de los trabajadores de Veladero no ocultan su asombro ante esa experiencia y en ese marco inicié la entrevista con José González, 23 años, casado, un hijo, ex empleado de Cartellone S.A., la firma que construyó el faraónico dique de colas de "Veladero" para la minera canadiense Barrick Gold, en San Juan, a casi cinco mil metros de altura en la Cordillera de los Andes.
González no titubea: "Me llamó la atención dice- el tremendo movimiento de suelos. En diez o quince días desaparecían montañas, cambiaban de sitio, convertidas en rocas que reaparecían sin alma en otro lugar. No trabajo más en Veladero pero no puedo dejar de pensar que la destrucción continúa. La demolición no para".
¿De qué te ocupabas en Veladero?
Topografía. Le marcaba a la empresa Dyno Nobel, encargada de las voladuras, el lugar donde dinamitar. En poco más de una semana, señalaba el sitio de las cargas para las voladuras. Trabajaba veinte días y diez de licencia. Cuando regresaba, varios cerros habían desaparecido. Eso me impactó. Es lo que aún me conmueve, la cantidad de cordillera que se modifica diariamente. Al finalizar mi franco, la mitad de la montaña, o toda ella, ya no existía. El lugar no era el mismo, no lo reconocía.
¿Acaso no imaginabas que ocurriría eso al aceptar el trabajo?
No del todo. La destrucción, el movimiento de suelos, la velocidad con que se derrumban cerros y las escombreras que dejamos, forman parte de nosotros cuando estamos en plena tarea; después, con nuestra soledad a cuestas, recordamos lo que habíamos hecho.
Impresiona escucharte porque hablas culpándote
Por mi especialización, se supone que no debería atormentarme, pero ver desaparecer un cerro es una sensación fea, extrañamente fea. La empresa Cartellone me pagó los estudios para aplicar los conocimientos que adquirí en Yaciretá. De allí salí preparado para trabajar duro en Veladero. Mi propósito era hacer una diferencia con el sueldo. Pero ahora estoy arrepentido de haber aceptado. La experiencia no compensa lo vivido, ni lo que siento. Contribuí con la destrucción de la cordillera y soy consciente de ello, a pesar de saber que si no era yo, otro lo haría. Y por dinero acepté el sacrificio, alejarme de la familia, de mi hijo, incluso arriesgar la vida.
¿Arriesgaste la vida?
Constantemente. Los accidentes son comunes en Veladero y muchos por negligencia de la empresa. Trabajar en el pozo del dique de colas es muy peligroso. Son varias terrazas y a veces atravesamos esas capas peligrosas cuando están congeladas, para marcar algún punto, corregir un peralte. En la presa, el riesgo de patinar y terminar en el fondo del pozo es grande, porque trabajamos sin arnés, una protección que siempre faltó, que reclamábamos. A 4.500 metros de altura surgen mareos por la presión o porque después de las dos de la tarde se incrementa nuestro cansancio, nos falta oxígeno, duele la cabeza, pesan más las piernas. Hay quien pierde la memoria, no recuerda lo que tiene que hacer.
Pero los riesgos suelen pagarse bien, como en "El salario del miedo", película que me viene a la memoria.
No te creas. El básico de topógrafo es de 1.500 pesos (menos de 500 dólares) al menos en Cartellone, si hubiera trabajado para Barrick hubiera recibido un 80% más, por lo menos. La diferencia es de la contratista. A nosotros no nos pagaban riesgo ni trabajo en la altura, ni te resarcen de la soledad lejos de la familia, y mucho menos del frío, 17 y 25 grados bajo cero, siempre con viento.
En el informe ambiental Barrick dice que dinamitará 36.000 toneladas de roca diariamente, durante 17 años, sólo en Veladero, aunque sabemos que es mucho más.
Por eso reconozco el daño que hice. El increíble movimiento de suelos desnaturalizando la cordillera, porque esa cantidad, que Barrick avisa demoler, es en pleno proceso extractivo. Nuestro trabajo es previo a la explotación. El desastre no lo vemos porque no deseamos verlo; tal vez porque cobramos y buscamos la paga casi con desesperación, y ellos lo saben, pero luego al bajar al pueblo, no piensas en otra cosa. Nos preguntamos qué pasaría si toda la gente viera lo que hacemos, la magnitud de la destrucción, semejante daño. Pensamos en el agua que se usa, aquella que inevitablemente se contaminará, pero cuando estás allí sólo actúas y trabajas. Y tratas de hacerlo para que te lo reconozcan y que el otro mes sea igual, vuelvas a cobrar. Un sueldo mejor que el que tengo ahora, es cierto, pero éste, no lo cambio por aquél; ahora estoy con mi gente, con mi familia y sin arriesgarme, sin hacer excesos y sin pensar que puede ocurrirme lo mismo que a mi primo.
¿Qué le pasó?
No todos tienen un organismo preparado para aguantar ese ritmo. El mal de altura aparece sin aviso y por muy fuerte que te sientas y hayas pasado los controles médicos, haces un exceso y se te para el corazón o se te pincha un pulmón. A poco de estar allí, un primo mío tuvo un edema pulmonar. Dicho vulgarmente, se le pinchó un pulmón.
¿Cómo se llama tu primo?
Jorge Manrique. Trabajaba en Veladero. Ahora tiene un pulmón menos y con eso tirará hasta el fin de sus días. Se le hizo un edema pulmonar, porque te esfuerzas al respirar por la falta de oxígeno y no todos los organismos toleran la altura, la presión, los excesos físicos. En mi caso hacía gimnasia allá arriba y cuando bajaba al pueblo andaba como tiro, livianito, sin cansarme. Allá arriba tienes que saber caminar, tienes que aprender a respirar. Y no debes hacerte problema por nada.
¿Viste casos fatales en Veladero. Compañeros muertos?
No. Yo no, porque no viví casos directos pero otros compañeros nos traían información de gente que hubo que bajar con urgencia y luego no los volvimos a ver más. Sabemos que algunos, de repente, se quedaron "secos". Esto siempre se tapó.
A parte de las voladuras ¿qué otra cosa te impactó en Veladero?
La membrana que pusimos en el dique de colas para contener los drenajes ácidos y la contaminación del suelo. Era un trabajo que hacían los chilenos. Nosotros controlábamos que quedara en perfectas condiciones y que se utilizara el espesor correcto. Lamentablemente se rompía al colocarla y le soldaban cinco parches cada cien metros; un parche cada veinte metros de membrana; se rompía por las piedras, al extenderla, según el tipo de suelo o paredes. En esos parches nadie confía y todos callan. La empresa sostiene que esa es la única colocación posible y que las soldaduras son inevitables. Ellos siempre tienen una respuesta y es mejor no preguntar si quieres conservar el trabajo.
También es llamativo el volumen de polvo que dejan las voladuras; había días que era como una neblina, viento y polvo. El tiempo dirá cuál será el efecto en las poblaciones de los valles y en la fauna. Al principio había guanacos, zorros, liebres, águilas; ahora desaparecieron, escaparon del enjambre de camiones, de las tronaduras, del movimiento de gente y vehículos.
Cuando entré a trabajar se sacaba mineral de los cerros Amable y Filo Federico, por entonces se había destruido el 50% de la vega cerca de la planta, donde se hará la lixiviación de los minerales. Esa vega desaparecerá por completo, y no será la única.
¿Cómo fue la destrucción del glaciar Conconta?
No sé cómo lo hicieron porque cuando comencé a trabajar ya estaba abierto el camino que lo atraviesa, con el ancho que tiene hoy la ruta. Si hubo un glaciar, ya no existe.
¿Que quisieras agregar o decirles a los argentinos y a los chilenos que lean esto?
Que me siento arrepentido de haber colaborado con este desastre, porque amo la cordillera, me gusta la montaña, y lo que hice fue por un trabajo que jamás justificará el daño que cometí. Por eso estoy arrepentido, haber contribuido a semejante daño por dinero. Lo hice porque lo necesitaba y lo peor del caso es que no resolví mi problema, me sigue faltando el dinero.
Javier Rodríguez Pardo
San Juan, julio 2005